En un mundo de fallas y aventuras secuestradas, se encuentran dos pequeños héroes que pondrán el ejemplo con sus divertidas vivencias, acompañados de amigos muy diferentes.

sábado, 13 de noviembre de 2010

Hallazgos

Aguacate sigue en su empeño de comunicarse con quien le hace mimos, he aquí una parte más de esa empresa.
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AZALEA

Azalea comprendió que Joaquín no regresaría el día que escuchó el silbato del tren, tan fuerte, que hizo que se pinchara el dedo índice. Habían pasado ya tres meses de la última noticia recibida y desde ese momento, sábado tras sábado, había ido a la estación, para esperar el único tren que arribaba desde la capital.

Pero siempre, al no verlo entre la gente y al quedar el andén casi vacío, salvo ella, la señora que vendía flores y el guardia, llegaba la decepción a su ánimo, mas eso no le impedía regresar la semana siguiente, ataviada con su mejor vestido y la bufanda que había tejido para cuando él volviera.

Ese día, cuando Azalea recibió el doloroso pinchazo en el índice y no pudo zurcir más lo calcetines de su padre, tuvo la horrible certeza de haber perdido para siempre a su amado Joaquín, y no sólo por el sobresalto del sonido inesperado del tren, sino porque justo en el momento en que ella buscaba remedio y un paño y parar el sangrado, miró tirada en el suelo, la cadena que ella, tanto tiempo atrás, le había regalado.

La recogió del suelo y apretó con su puño cerrado, manchándola de sangre. Se sintió devastada y tiró a llorar en el sillón en el que tres meses atrás había leído con tanta emoción la tarjeta de Joaquín.

Cerró sus ojos, apretó los dientes, su corazón palpitaba y sentía enrojecer; sin embargo en sus mejillas no corrió lágrima alguna, todo lo contrario: Sonoras carcajadas que inundaban el silencio de la tarde la poseyeron. Aquélla tibia esperanza y paz sin sobresaltos dejaron ver su verdadera naturaleza, pues no era a Joaquín a quien realmente quería para sí, sino la estabilidad del confiable amigo y una vida sin penas.

Feliz estuvo por breve rato, mas al descubrirse engañada –aunque hubiera sido autoengaño– y sentir una pena en su corazón, resolvió convertir su alivio en furia e ir en su búsqueda, no importando los sentimientos recientemente descubiertos. Demandaría atención absoluta y la respuesta a todas las preguntas para aquél amigo que se había arrepentido de la forma más cobarde del compromiso contraído con ella.


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