En un mundo de fallas y aventuras secuestradas, se encuentran dos pequeños héroes que pondrán el ejemplo con sus divertidas vivencias, acompañados de amigos muy diferentes.

martes, 17 de febrero de 2009

CONVOCATORIA

A los tres o cuatro lectores de este espacio.
¿Cuál sería la mejor respuesta para la carta de Elena? Mandarina se lo pregunta y le gustaría saber sus propuestas. ¡Anímense y mándelas a!

Amor, dijo el clavel...

He aquí la segunda parte de esta Saga amorosa que Mandarina ha tenido a bien en escribir para conmemorar este día del amor y la amistad pasado, y como pasado está, sería mejor decir que se conmemora el día del desamor...
___________________________________________________
Elena:

Ya leí tu carta, está muy bonita. No sé por qué dices esas cosas de mí, si yo a ti te quise mucho. Lo que pasó tenía que pasar algún día. Lo nuestro no era para siempre, pensé que eso había quedado claro. Sabías que tenía esposa y eso no te pareció importar, al contrario, parecías contenta. Yo también lo estaba, porque los momentos que pasamos juntos fueron bien intensos; no sabíamos si tendríamos la oportunidad de volver a encontrarnos y entonces nos amábamos mucho en esas horas.
Después no sé que te pasó. Como si antes nos hubiéramos visto a diario. Pasabas a buscarme hasta mi trabajo y me llevabas cosas. Las primeras veces fueron bonitas, pero después te dio por irme a visitar casi siempre y todos se daban cuenta y para colmo, un primo de mi esposa nos vio una vez y por ese descuido mi matrimonio casi se fue a la deriva. No te voy a decir cómo reaccionó mi esposa, pero sí notaste el cambio entre nosotros, ¿no? Supe entonces que tú y yo deberíamos terminar con nuestra relación.
Pensé que lo habías entendido cuando te pedí que hablaras con mi esposa y le explicaras que éramos amigos por una prima tuya a la que luego le compro lociones. Pero tú insististe en que debíamos seguirnos viendo, que mi esposa te había creído y que todo estaba solucionado.
Fuiste con más frecuencia a mi trabajo y cada vez más provocativa. Ya hasta mi jefe se estaba dando cuenta y por eso casi me corren.
Sé que entre tú y yo hubo cositas muy buenas, pero, como te dije ese día a la entrada mi trabajo: Y no soy el hombre que necesitas, ni me amas, sólo te aferras a ese sentimiento que tú dices que es Amor. Yo no creo que lo sea.
No quiero que parezcca que te insulto, pero parece que estás obsesionada conmigo. Dile a tu prima, ella te puede ayudar a buscar ayuda y por favor, olvídate de mí; porque si nos volvemos a ver tan siquiera una vez más, mi matrimonio puede peligrar, ya que ahora sí ya me voy a casar por todas las leyes.
Lamento haberte hecho el daño que dices que te hice, no fue intencional. Gracias por tu perdón y por tus bendiciones, aunque ya sabes que yo soy un buen católico y no me gustan las otras sectas.

Manuel.

martes, 10 de febrero de 2009

Amor, dijo la rosa...

Se acerca el día del amor y la amistad y para conmemorar, Mandarina ha recordado una bella historia y la ha transcrito a modo de epístola en dos entregas. Esperamos que las disfruten...

_____________________________________
Manuel:


Que la Palabra te guíe, lo digo de todo corazón, que no te pase nada malo nunca y que tengas a alguien que te quiera hasta más que yo, que te sea fiel y que nunca quiera irse de tu lado. Ojalá que cuando leas estas palabras te alegres y te acuerdes de mí y no te rías más, como la vez que te vi con tus amigos y nomás me miraban. ¿Traía yo puntitos en la cara o mi falda levantada? Yo ese día que te iba a ver tan ilusionada de que sí quería que volvieras conmigo y luego te veo con tus amigos, tan contento. Me dio mucho coraje. Me trataste como vil desconocida. Toda la tarde estuve llorando por ti y por reírte de mí. Me dio mucha vergüenza. Y por eso espero que, al leer esta carta, te acuerdes bien de mí; de cuando caminábamos juntos de la mano y nada más nos importaba; de cuando pasaba por ti al trabajo y no me ponía brasier; de cuando le mentí a tu esposa para que no sospechara nada. Tantas cosas y luego me pagaste como me pagaste. Se acabó lo bonito. Nada más te iba a buscar y tú te ponías paranoico conmigo; que si qué hacía allí, que si estaba loca.
No sé que mosca te picó, si yo nada más hacía lo que a ti te gustaba tanto; como la otra vez que te fui a visitar con falda. No sé que pensabas que te iba a hacer; yo que te pasaba a saludar tan arreglada sólo para ti, ni que qué, ni que te fuera a besar allí enfrente de tus compañeros, allí tan descubierta yo. ¿Y luego? ¿Qué creías que iban a pensar de mí? Yo no soy así. Ya sé que me conociste en una fiesta con muchos amigos, pero esa vez, te juro que me obligaron; yo ni quería ir.
Pero bueno, para qué lamentarse de los malos actos. Yo nunca fui una de esas, aunque como si lo hubiera sido, porque me juntaba con esas amistades. Pero ahora ya no las frecuento más y me he acercado a la Palabra y Ella me ha aliviado los males, hasta los que tú me causaste.
Ya sé que dices que entre tú y yo no había nada más que una aventura, pero no fue así. Tú fuiste lo más intensísimo que he tenido y viví contigo los momentos más bellos de mi vida. Ya he olvidado las ofensas que me hiciste, ya mi alma está entregada a la Palabra. Diario hago una oración por tu alma pecadora, para que algún día tengas luz y fe y ya no rehuyas más, porque yo no lo hago. Te he perdonado, Manuel.
Elena