En un mundo de fallas y aventuras secuestradas, se encuentran dos pequeños héroes que pondrán el ejemplo con sus divertidas vivencias, acompañados de amigos muy diferentes.

martes, 10 de febrero de 2009

Amor, dijo la rosa...

Se acerca el día del amor y la amistad y para conmemorar, Mandarina ha recordado una bella historia y la ha transcrito a modo de epístola en dos entregas. Esperamos que las disfruten...

_____________________________________
Manuel:


Que la Palabra te guíe, lo digo de todo corazón, que no te pase nada malo nunca y que tengas a alguien que te quiera hasta más que yo, que te sea fiel y que nunca quiera irse de tu lado. Ojalá que cuando leas estas palabras te alegres y te acuerdes de mí y no te rías más, como la vez que te vi con tus amigos y nomás me miraban. ¿Traía yo puntitos en la cara o mi falda levantada? Yo ese día que te iba a ver tan ilusionada de que sí quería que volvieras conmigo y luego te veo con tus amigos, tan contento. Me dio mucho coraje. Me trataste como vil desconocida. Toda la tarde estuve llorando por ti y por reírte de mí. Me dio mucha vergüenza. Y por eso espero que, al leer esta carta, te acuerdes bien de mí; de cuando caminábamos juntos de la mano y nada más nos importaba; de cuando pasaba por ti al trabajo y no me ponía brasier; de cuando le mentí a tu esposa para que no sospechara nada. Tantas cosas y luego me pagaste como me pagaste. Se acabó lo bonito. Nada más te iba a buscar y tú te ponías paranoico conmigo; que si qué hacía allí, que si estaba loca.
No sé que mosca te picó, si yo nada más hacía lo que a ti te gustaba tanto; como la otra vez que te fui a visitar con falda. No sé que pensabas que te iba a hacer; yo que te pasaba a saludar tan arreglada sólo para ti, ni que qué, ni que te fuera a besar allí enfrente de tus compañeros, allí tan descubierta yo. ¿Y luego? ¿Qué creías que iban a pensar de mí? Yo no soy así. Ya sé que me conociste en una fiesta con muchos amigos, pero esa vez, te juro que me obligaron; yo ni quería ir.
Pero bueno, para qué lamentarse de los malos actos. Yo nunca fui una de esas, aunque como si lo hubiera sido, porque me juntaba con esas amistades. Pero ahora ya no las frecuento más y me he acercado a la Palabra y Ella me ha aliviado los males, hasta los que tú me causaste.
Ya sé que dices que entre tú y yo no había nada más que una aventura, pero no fue así. Tú fuiste lo más intensísimo que he tenido y viví contigo los momentos más bellos de mi vida. Ya he olvidado las ofensas que me hiciste, ya mi alma está entregada a la Palabra. Diario hago una oración por tu alma pecadora, para que algún día tengas luz y fe y ya no rehuyas más, porque yo no lo hago. Te he perdonado, Manuel.
Elena

2 comentarios:

ESP dijo...

¿Una Testigo de Jehová apasionada? mmh, me interesa, me interesan esas cartas...

Anónimo dijo...

Mejor reir ante lo que no puede remediarse. La palabra libere al leproso, cure al enfermo y proteja al desvalido. Que las mujeres no acogidas se llenen de la luz que se propaga como ondas a todo lo largo y ancho de nuestro vastísimo universo.

Y aunque parezca albur es sólo una mera conjunción de palabras caprichosas...