En un mundo de fallas y aventuras secuestradas, se encuentran dos pequeños héroes que pondrán el ejemplo con sus divertidas vivencias, acompañados de amigos muy diferentes.

viernes, 27 de noviembre de 2009

Próximamente...

Aguacate ha crecido tanto, mide ya más de dos metros; le ha caído su primera helada sin protección plástica y no se ha quemado por el hielo. Por eso, por orgullo y por enojo del espantoso frío que ha- y seguirá- sufriendo, ha logrado sacar un nuevo texto. Hélo aquí:
__________________________________________________
Navidades.

¿Qué es, qué será, qué es aquello que sucederá?
No tienes idea de si vendrá y, sin embargo, sigues en tu ciego empeño de envolver, año con año, regalo tras regalo, con la esperanza de que llegue y los abra y te muestre todas las, que tú piensas que mereces, infinitas gratitudes. ¿Será que algún día llegará? ¿Será que un buen año se acuerde de ti y regrese?
¿Será que lo mereces?
¿Cuántos días de su vida lo hiciste feliz? ¿Cuántas veces lo dejaste sin humillación frente a sus amigos? ¿Cuántas mañanas no exigías tú el beso, so pena de un buen pellizco? ¿Cuántos domingos no lo mantuviste cautivo con cualquier pretexto?
Pero sigues allí, tan empeñada en contestar el teléfono; en servir siempre un plato los domingos por si viene; en ponerte en contacto con quienes piensas, pueden darte alguna información. Y te miro, porque es lo único que puedo hacer, envolviendo suéteres, calcetines, relojes: Reenvolviendo todo lo que él no ha venido a recoger y que quizás jamás recoja o que tal vez, cuando mueras, pase por ellos y los venda o tire, pero jamás regale, porque sabe bien que un regalo no es soborno, sino muestra sincera de cariño y no se atrevería a dar a nadie lo que han manoseado tus manos. Ojalá te sobreviva para poder ver ese momento.
Lo que no entiendo es cómo no sabes que él no volverá contigo; que rehúye de tu amor con razón, que descubrió que tus juegos no lo eran y que escapó de ti en cuanto vio la oportunidad.
¿No recuerdas ya los baños, las friegas, las tardes de ropa floja y cama?
Me asombra ver la tranquilidad tuya para envolver regalos, cuando yo aún puedo ver ante mí aquella mañana cálida en la que él te dijo lo incómodo que se sentía y, sobretodo, lo avergonzado que estaba por haber aceptado durante tanto tiempo esos juegos contigo y que se iba. Entonces tú, enloquecida, lo amenazaste con un cuchillo y luego le ofreciste tu cuerpo. Qué gusto me dio ver cómo te rechazaba; cómo te daba la espalda, se acercaba a mí, tomando mi inútil mano, la besaba y desaparecía por la puerta, mientras gritabas, escupiendo miedo y rabia, que no te dejara, que se arrepentiría el resto de su vida por haber abandonado a su madre en compañía de este viejo, tullido e inmóvil que fue tu padre.

lunes, 27 de julio de 2009

El verano

Aguacate ha hecho un esfuerzo (no crean que no ha pensado en sus lectores, pero ha estado un poco ocupado, creciendo) y ha recordado su desarrollo de un hueso a un árbol de más de dos metros; por eso ha podido escribir algo que aquí es presentado.
____________________________________________________________
Las rayas de la carretera
Como siempre, un viaje cualquiera placentero, acomodado lo más posible en los rincones de la madre, con el padre a la cabeza guiando el pequeño rebaño. ¿A dónde van, pasados años, peleas y gramos?
Cabras, burros, vacas, rocas y mezquites. Los paisajes pocas veces cambian. ¿Qué fue de aquélla que hacía los mismos viajes? ¿En qué momento dejó de hacerlos para verse transformada en cualquier otra cosa que no Ella?
Mira por la ventanilla, preocupada por el pavimento mojado y las yerbas sueltas; prevé el momento del impacto, los huesos rotos y los ojos hasta el parabrisas. No es el momento de pensar en el desastre.
Las nubes en sus cúmulos violáceos y, más allá, donde escampa, un arcoiris largo como seda.
Luces intermitentes. Algo podría estar pasando allá adelante, dice, parece que nadie la escucha.
Ella, inquieta. Tantas horas de camino recorridas; tantas horas de camino que le esperan. Lo que más le incomoda es no poder bajar las piernas. Si tan sólo le dejaran un pequeño espacio para eso. Se engaña, bien sabe que el peso de las grandes bolsas de mandado le aplastarían los tobillos, o acaso los nopales de la reja la espinaran, o bien las tunas recién compradas. Mejor las piernas sobre el asiento que bien sabe que es todo suyo. Dormir ni pensarlo, mejor distraerse con lo que tiene a la mano: Cabras, burros, vacas, rocas y mezquites. La amplitud de su lancha del 70 le da calor, sueño y algo de vómito. La lluvia la refresca; cierra las ventanillas. ¡Un arcoiris!
El auto se detiene; los frenos responden bien. Prenden las intermitentes como los demás. Seguro hubo un choque, dice, el padre y la madre asienten. De tres carriles se hace uno; los autos avanzan, algunos dan el paso mientras otros se dan el paso. Es el turno de ellos. A la derecha una fila de autos, no sin otra forma que la de acordeones; entre ellos, no menos acordeonado, se encuentra un Volkswagen Sedan con un pasajero femenino de piel verdácea.
La escena le parece familiar. El auto continúa su trayecto.
Ella queda asombrada con la ilusión óptica del arcoiris. Tan largo, tan perfecto y mágico. ¿Cómo puede desaparecer ante los ojos de quien lo contempla? La lancha del 70 baja la velocidad; los carros están detenidos. La madre saca el brazo con una jerga roja en señal de alerta. Ella pregunta qué pasa; el padre le contesta no saber. Se hace una sola fila; la lancha del 70 se queda entre un tráiler y una Caribe. Todos avanzan a paso lento y constante. A la derecha yacen varios carros bastante deshechos, uno llama la atención: Un Volkswagen Sedan con una mujer adentro, recargada sobre el asiento del conductor, con un brazo de fuera. Parece una muñeca. Ella mira. Le llama la atención el verdor de su piel.
El tránsito se libera y la lancha del 70 acelera hasta alcanzar a los demás coches. Uno de entre todos destaca bastante; es moderno y equipado. El padre alardea de poder rebasarlo con su lancha del 70, pisa el acelerador y llega a éste.
El auto es alcanzado por un anacrónico y gigantesco carro. El padre apenas si lo nota; la madre está dormida. Sólo alguien le pone atención. Mira al interior. Allí está Ella, tan ella como siempre, como la recordaba: igual. ¡Miren!, dice, mas al voltear, el carro se desvanece como un arcoiris ya sin lluvia. El padre y la madre no ven nada y continúan sobre la raya de la carretera. Ella se asoma al interior del auto, queda sorprendida, llora un poco y luego simplemente sonríe. Saluda con la mano a la muchacha del auto moderno. ¿A quién saludas? A la del auto. Ah, bueno. Y ella sólo calla y se observa a sí misma.

lunes, 20 de julio de 2009

No abandonamos...

nomás no tenemos cabeza de repente para escribir cosas.
Lo sentimos mucho.

Prometemos esforzarnos un poquitito.

Atentamente:
Aguacate & ¿Mandarina?

martes, 17 de febrero de 2009

CONVOCATORIA

A los tres o cuatro lectores de este espacio.
¿Cuál sería la mejor respuesta para la carta de Elena? Mandarina se lo pregunta y le gustaría saber sus propuestas. ¡Anímense y mándelas a!

Amor, dijo el clavel...

He aquí la segunda parte de esta Saga amorosa que Mandarina ha tenido a bien en escribir para conmemorar este día del amor y la amistad pasado, y como pasado está, sería mejor decir que se conmemora el día del desamor...
___________________________________________________
Elena:

Ya leí tu carta, está muy bonita. No sé por qué dices esas cosas de mí, si yo a ti te quise mucho. Lo que pasó tenía que pasar algún día. Lo nuestro no era para siempre, pensé que eso había quedado claro. Sabías que tenía esposa y eso no te pareció importar, al contrario, parecías contenta. Yo también lo estaba, porque los momentos que pasamos juntos fueron bien intensos; no sabíamos si tendríamos la oportunidad de volver a encontrarnos y entonces nos amábamos mucho en esas horas.
Después no sé que te pasó. Como si antes nos hubiéramos visto a diario. Pasabas a buscarme hasta mi trabajo y me llevabas cosas. Las primeras veces fueron bonitas, pero después te dio por irme a visitar casi siempre y todos se daban cuenta y para colmo, un primo de mi esposa nos vio una vez y por ese descuido mi matrimonio casi se fue a la deriva. No te voy a decir cómo reaccionó mi esposa, pero sí notaste el cambio entre nosotros, ¿no? Supe entonces que tú y yo deberíamos terminar con nuestra relación.
Pensé que lo habías entendido cuando te pedí que hablaras con mi esposa y le explicaras que éramos amigos por una prima tuya a la que luego le compro lociones. Pero tú insististe en que debíamos seguirnos viendo, que mi esposa te había creído y que todo estaba solucionado.
Fuiste con más frecuencia a mi trabajo y cada vez más provocativa. Ya hasta mi jefe se estaba dando cuenta y por eso casi me corren.
Sé que entre tú y yo hubo cositas muy buenas, pero, como te dije ese día a la entrada mi trabajo: Y no soy el hombre que necesitas, ni me amas, sólo te aferras a ese sentimiento que tú dices que es Amor. Yo no creo que lo sea.
No quiero que parezcca que te insulto, pero parece que estás obsesionada conmigo. Dile a tu prima, ella te puede ayudar a buscar ayuda y por favor, olvídate de mí; porque si nos volvemos a ver tan siquiera una vez más, mi matrimonio puede peligrar, ya que ahora sí ya me voy a casar por todas las leyes.
Lamento haberte hecho el daño que dices que te hice, no fue intencional. Gracias por tu perdón y por tus bendiciones, aunque ya sabes que yo soy un buen católico y no me gustan las otras sectas.

Manuel.

martes, 10 de febrero de 2009

Amor, dijo la rosa...

Se acerca el día del amor y la amistad y para conmemorar, Mandarina ha recordado una bella historia y la ha transcrito a modo de epístola en dos entregas. Esperamos que las disfruten...

_____________________________________
Manuel:


Que la Palabra te guíe, lo digo de todo corazón, que no te pase nada malo nunca y que tengas a alguien que te quiera hasta más que yo, que te sea fiel y que nunca quiera irse de tu lado. Ojalá que cuando leas estas palabras te alegres y te acuerdes de mí y no te rías más, como la vez que te vi con tus amigos y nomás me miraban. ¿Traía yo puntitos en la cara o mi falda levantada? Yo ese día que te iba a ver tan ilusionada de que sí quería que volvieras conmigo y luego te veo con tus amigos, tan contento. Me dio mucho coraje. Me trataste como vil desconocida. Toda la tarde estuve llorando por ti y por reírte de mí. Me dio mucha vergüenza. Y por eso espero que, al leer esta carta, te acuerdes bien de mí; de cuando caminábamos juntos de la mano y nada más nos importaba; de cuando pasaba por ti al trabajo y no me ponía brasier; de cuando le mentí a tu esposa para que no sospechara nada. Tantas cosas y luego me pagaste como me pagaste. Se acabó lo bonito. Nada más te iba a buscar y tú te ponías paranoico conmigo; que si qué hacía allí, que si estaba loca.
No sé que mosca te picó, si yo nada más hacía lo que a ti te gustaba tanto; como la otra vez que te fui a visitar con falda. No sé que pensabas que te iba a hacer; yo que te pasaba a saludar tan arreglada sólo para ti, ni que qué, ni que te fuera a besar allí enfrente de tus compañeros, allí tan descubierta yo. ¿Y luego? ¿Qué creías que iban a pensar de mí? Yo no soy así. Ya sé que me conociste en una fiesta con muchos amigos, pero esa vez, te juro que me obligaron; yo ni quería ir.
Pero bueno, para qué lamentarse de los malos actos. Yo nunca fui una de esas, aunque como si lo hubiera sido, porque me juntaba con esas amistades. Pero ahora ya no las frecuento más y me he acercado a la Palabra y Ella me ha aliviado los males, hasta los que tú me causaste.
Ya sé que dices que entre tú y yo no había nada más que una aventura, pero no fue así. Tú fuiste lo más intensísimo que he tenido y viví contigo los momentos más bellos de mi vida. Ya he olvidado las ofensas que me hiciste, ya mi alma está entregada a la Palabra. Diario hago una oración por tu alma pecadora, para que algún día tengas luz y fe y ya no rehuyas más, porque yo no lo hago. Te he perdonado, Manuel.
Elena