En un mundo de fallas y aventuras secuestradas, se encuentran dos pequeños héroes que pondrán el ejemplo con sus divertidas vivencias, acompañados de amigos muy diferentes.

lunes, 27 de julio de 2009

El verano

Aguacate ha hecho un esfuerzo (no crean que no ha pensado en sus lectores, pero ha estado un poco ocupado, creciendo) y ha recordado su desarrollo de un hueso a un árbol de más de dos metros; por eso ha podido escribir algo que aquí es presentado.
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Las rayas de la carretera
Como siempre, un viaje cualquiera placentero, acomodado lo más posible en los rincones de la madre, con el padre a la cabeza guiando el pequeño rebaño. ¿A dónde van, pasados años, peleas y gramos?
Cabras, burros, vacas, rocas y mezquites. Los paisajes pocas veces cambian. ¿Qué fue de aquélla que hacía los mismos viajes? ¿En qué momento dejó de hacerlos para verse transformada en cualquier otra cosa que no Ella?
Mira por la ventanilla, preocupada por el pavimento mojado y las yerbas sueltas; prevé el momento del impacto, los huesos rotos y los ojos hasta el parabrisas. No es el momento de pensar en el desastre.
Las nubes en sus cúmulos violáceos y, más allá, donde escampa, un arcoiris largo como seda.
Luces intermitentes. Algo podría estar pasando allá adelante, dice, parece que nadie la escucha.
Ella, inquieta. Tantas horas de camino recorridas; tantas horas de camino que le esperan. Lo que más le incomoda es no poder bajar las piernas. Si tan sólo le dejaran un pequeño espacio para eso. Se engaña, bien sabe que el peso de las grandes bolsas de mandado le aplastarían los tobillos, o acaso los nopales de la reja la espinaran, o bien las tunas recién compradas. Mejor las piernas sobre el asiento que bien sabe que es todo suyo. Dormir ni pensarlo, mejor distraerse con lo que tiene a la mano: Cabras, burros, vacas, rocas y mezquites. La amplitud de su lancha del 70 le da calor, sueño y algo de vómito. La lluvia la refresca; cierra las ventanillas. ¡Un arcoiris!
El auto se detiene; los frenos responden bien. Prenden las intermitentes como los demás. Seguro hubo un choque, dice, el padre y la madre asienten. De tres carriles se hace uno; los autos avanzan, algunos dan el paso mientras otros se dan el paso. Es el turno de ellos. A la derecha una fila de autos, no sin otra forma que la de acordeones; entre ellos, no menos acordeonado, se encuentra un Volkswagen Sedan con un pasajero femenino de piel verdácea.
La escena le parece familiar. El auto continúa su trayecto.
Ella queda asombrada con la ilusión óptica del arcoiris. Tan largo, tan perfecto y mágico. ¿Cómo puede desaparecer ante los ojos de quien lo contempla? La lancha del 70 baja la velocidad; los carros están detenidos. La madre saca el brazo con una jerga roja en señal de alerta. Ella pregunta qué pasa; el padre le contesta no saber. Se hace una sola fila; la lancha del 70 se queda entre un tráiler y una Caribe. Todos avanzan a paso lento y constante. A la derecha yacen varios carros bastante deshechos, uno llama la atención: Un Volkswagen Sedan con una mujer adentro, recargada sobre el asiento del conductor, con un brazo de fuera. Parece una muñeca. Ella mira. Le llama la atención el verdor de su piel.
El tránsito se libera y la lancha del 70 acelera hasta alcanzar a los demás coches. Uno de entre todos destaca bastante; es moderno y equipado. El padre alardea de poder rebasarlo con su lancha del 70, pisa el acelerador y llega a éste.
El auto es alcanzado por un anacrónico y gigantesco carro. El padre apenas si lo nota; la madre está dormida. Sólo alguien le pone atención. Mira al interior. Allí está Ella, tan ella como siempre, como la recordaba: igual. ¡Miren!, dice, mas al voltear, el carro se desvanece como un arcoiris ya sin lluvia. El padre y la madre no ven nada y continúan sobre la raya de la carretera. Ella se asoma al interior del auto, queda sorprendida, llora un poco y luego simplemente sonríe. Saluda con la mano a la muchacha del auto moderno. ¿A quién saludas? A la del auto. Ah, bueno. Y ella sólo calla y se observa a sí misma.

2 comentarios:

Elgatoqueleecuentos dijo...

La memoria se parece a la humedad. Refresca la piedra, reblandece las superficies, los nudos del tiempo.
Es una ventana a lo que ya no está, quizás a lo que permanece. Qué se yo. Me gustan los relatos de carretera.

Elgatoquereleecuentos dijo...

Segunda lectura terminada. Me gustan la simetría. ¿O será mejor decir, el paralelismo? Quizás no sea exacto tampoco aquello. ¿Intersección de tiempos distintos? ¿La identidad dada en la facultad de la memoria? Conjunción de acontecimientos...