En un mundo de fallas y aventuras secuestradas, se encuentran dos pequeños héroes que pondrán el ejemplo con sus divertidas vivencias, acompañados de amigos muy diferentes.

lunes, 23 de julio de 2012

Culpas de ayer.

Tanto tiempo sin meter entrada en este sitio, pero es hora, es tiempo, es sitio. Esto fue escrito hace un poco menos de un año, ¿por qué hasta ahora es publicado? Porque hay que tomar distancia.
Aguacate sigue vivo.
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Culpas Fragmentarias.
Los pasos, los mismos pasos que años atrás había dado, no uno por uno, sino de a dos en dos. Se detuvo, había que hacerlo; el imprudente conductor metía su auto de reversa en el estacionamiento público.
¿En verdad esta es la única forma de escapar? ¿En verdad tengo que saltar tres metros de barda en la oscuridad?
El carro terminó su maniobra. Esos pasos, esos mismos pasos, ahora contados para darle tiempo a la espera y no encontrarse violentamente con el deseo erróneo de la entrega.
Los pasos, diferentes a los que había dejado de dar por imposición, ¿o fue por miedo?
Hay que seguir adelante, de lo contrario nos detendrán y entonces cualquier maldad puede caer sobre nosotras. ¿Quieres imaginarte lo que nos podrían hacer? Si quieres te cuento algo de lo que sé: Las recogen, las pierden y jamás aparecen; luego dicen que esos huesos viejos son uno.
Dos personas habían estado allí, dos personas que unieron voluntades, que quisieron arreglar el mundo, pero terminaron estropeándolo más. No podía ser responsable una de ellas por todas las calamidades creadas entre los dos.
Sus pasos eran más fuertes y sudorosos, la nariz podía atestiguarlo, como también podría atestiguar la perdición cuando llegara a su destino. La nuca, los ojos, lo que habrá de borrar de sí algún día, pero éste no.
¿Cuánto tiempo más he de esperar para que cambies ese comportamiento extraño? ¿Ocho meses? ¿No podría ser menos? ¿No podrías olvidarlo todo?
Los pasos apresurados. La luz cambió sin que se diera cuenta; los lentes oscuros le estorbaron. Afortunadamente su destino estuvo muy cerca todo el tiempo. Lo tomó en sus manos y lo estrujó para hacerlo suyo, para no compartirlo con nadie, porque no podría ser de otra forma: Así las miradas lo habían dictado, así las palabras ajenas lo mandaban.
Leían un libro, estaban sentadas: ¿No me vas a saludar? Se acerca y le acaricia la cabeza, como cuando eran niñas.
Se siente oprimido; se libera con amenazas y culpas. Es demasiado lo que ha sucedido. Incomprensible, que de el más inocente de los desahogos, haya surgido el sentimiento perenne. Imposible que, tras la claridad, siga creyendo que esa sea la persona que saque lo mejor de sí.
Fuego. Las grises escaleras de la biblioteca atestiguan el incendio del trailer. Terror. ¿Sabías que este es el verdadero peligro? Alejarse lo más posible de ellos, todos los daños, sin conformidades. ¡Mejor huir!
La voluntad fue olvidada, la responsabilidad también. En la repartición de culpas sólo una persona dio los pasos, mientras la otra se quedó estática y sola.