En un mundo de fallas y aventuras secuestradas, se encuentran dos pequeños héroes que pondrán el ejemplo con sus divertidas vivencias, acompañados de amigos muy diferentes.

jueves, 3 de abril de 2008

Hacedor de hechizos

Aguacate está convencido de lo que debe hacer y lo que deben hacer con él. Mira todos los días el sol con alegría, mas sigue preguntándose cuándo llegará la lluvia. Anhela. Reclama. Le conceden. Él es el autor de esta entrada.
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CUARTO MENGUANTE PERFECTO
que en cada roca se estrelle
El Hacedor llega al mar. Respira.
que encuentre reposo de dudas y juicios
Quiere tocar el mar con sus ojos, pero sabe que pica. ¿Cómo?
que las bocas oscas se coman ostras
Las sales le queman, poco le importa. Ha de recuperar allí, lo que alguna vez fue lavado,
que las ostras cosechen perlas duras
mas parece en vano. El Hacedor solamente se aproxima con cautela y se queda al ras de las manchas que las olas han dejado. ¿Cuál fue el hechizo preciso?
que las perlas suavicen carácter
No lo recuerda. Debe ser algo de la infancia. Palabras repetidas que pierden sentido y adquieren sonidos místicos que armonizan con el universo. No.
que las almas corrijan injurias
Tampoco cree en eso. Se agacha y toca mojado, seco, húmedo, mojado. Le extraña la amable sensación que, sin embargo, retuerce su lengua en sed no antes experimentada. Se acerca al agua con peligro y miedo.
que las injurias traguen saliva
Prueba: Salada, por supuesto. No podría ser de otra forma. No se queja, pues él escogió ese escenario y se arrepiente, tal vez, de no haberlo escogido antes, pero
que la saliva se haga espuma verdimorada
qué importaba ya. El Hacedor había hecho su última jugada y el viento había borrado sus huellas pronto. Es tentado por el horizonte cada vez más oscuro, que no tenebroso.
que las rabias tontas amanezcan muertas
El Hacedor atardece con el mar y la amarilla luz; se queda con la espalda dada a la inmensa montaña, hogar suyo por tantos siglos, y avanza tres centímetros en la arena rubia. Poco a poco, distingue, y, más y más, divisa menos. El Hacedor masculla preguntas mudas que los sordos podrían contestar: ¿Qué hay del otro lado?
que las rabias amanezcan secas
Mientras tanto, las piedras, que alguna vez estuvieron cuidadosamente apiladas, cascabelean, para que El Hacedor voltee a verlas nuevamente.
que las rabias sean expuestas
El Hacedor cierra los ojos; al abrirlos mira con sorpresa lo más grande y enigmático de toda su vida: Círculo partido perfectamente por la mitad, brillo espectacular, a medias, empero. ¿Y si el círculo estuviera entero? El Hacedor y su vista fija.
que las olas se lleven las rabias
Repentinamente, se ve invadido. Ojos rojos y trasparentes pegados a su cuerpo. Queman más que el agua salada y el mar, que estaba a muchos pasos de distancia, ahora le llega a la cintura. Curvatura y tensión superficial a punto de romperse. No se mueve hacia atrás, sino hacia adelante. El Hacedor duda un poco, mas se deja llevar facilmente. Ahora lo recuerda todo. El hechizo era simple...
que las olas suban al cielo, hacia...

la luna

2 comentarios:

Agnes Seele dijo...

Es un gran texto, lo juro. He sido la marea de una luna que se asoma y me despierta el asombro y la ternura.

Agnes Seele dijo...

Hay una sombra, una maldad que no puede sino ser bebida por aquello más grande, más salado, más marinado, profundo, celeste y aterciopelado desde el principio de todos los principios. Es el retorno al mar primordial. ¿Y la luna? Es una nostalgia como del nombre de la mujer primera que uno ama.