En un mundo de fallas y aventuras secuestradas, se encuentran dos pequeños héroes que pondrán el ejemplo con sus divertidas vivencias, acompañados de amigos muy diferentes.

jueves, 27 de marzo de 2008

El Hacedor de esperanzas.

Mandarina ha hecho su aparición, llena de deseos y esperanzas nuevas. He aquí una pequeña prueba y espera seguir con este proyecto.
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El gran Hacedor, vivido por más años de los que puede contar, contempla, lagañoso, los pedazos de roca impasible que le da presencia y objeto en el mundo. Sujeto, ha querido pensar, porque objeto son esas rocas diversas que lo lastiman al caminar. Ya no mira la montaña, tan lejana y codiciada antaño. Ahora sus rocas amigas le cuentan secretos vanos; como la forma en la que mutan: en tierra y luego en polvo, o al revés.
El gran Hacedor no comprende nada; sólo quiere dormir en las olas de mar, aunque casi ya no lo recuerda. Tenía que ser extenso y agradable; tenía que ser poderoso y temible; tenía que ser vital y avasallador. Lo recordaba pequeño, molesto, débil, grácil, calmo, muerto. Debe volver.
Sus ojos enfocan los detalles concentrados en las pilas de piedras que ha hecho; unas largas y delgadas, otras cortas y amplias; pero magnificamente equilibradas, cada una hecha conforme el estado anímico del día corriente.
El gran Hacedor, cansado de mirarlas, las descompone con sus dedos anchos e hinchados de calor. Al terminar, tendrá dos opciones; ya sea volver a apilarlas, mostrando su gran sentido del equilibrio, o dejar todo regado e ir en busca de corregir su recuerdo del mar tallado hasta la casi desaparición (a base de golpes contra la montaña).
Termina. Se incorpora. Se sacude levemente y da marcha atrás, sin dejar de mirar las piedras, las rocas, el terreno pedregoso, la extensión de colores rojos, la montaña creciendo, la sierra distante...Da media vuelta y sigue su marcha.

3 comentarios:

Agnes Seele dijo...

El mar, el mar... quizás sea cierto para ti, lo mismo que para los primeros nacidos de Iluvatar... la nostalgia del mar habrá de llenar para siempre su memoria...

Agnes Seele dijo...

Texto polivalente y bello. He recordado también al come-rocas de Ende mientras lo leía. ¿Hacia dónde se dirigirá "ése que usa al mundo como su juguete"? Espero saber pronto de su próximo destino.

Ágata Trementina dijo...

Conocerte así es sumamente fascinante