Aguacate sigue vivo.
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Culpas Fragmentarias.
Los pasos, los mismos pasos que años atrás
había dado, no uno por uno, sino de a dos en dos. Se detuvo, había que hacerlo;
el imprudente conductor metía su auto de reversa en el estacionamiento público.
¿En verdad esta es la única forma de
escapar? ¿En verdad tengo que saltar tres metros de barda en la oscuridad?
El carro terminó su maniobra. Esos pasos,
esos mismos pasos, ahora contados para darle tiempo a la espera y no
encontrarse violentamente con el deseo erróneo de la entrega.
Los pasos, diferentes a los que había
dejado de dar por imposición, ¿o fue por miedo?
Hay que seguir adelante, de lo contrario
nos detendrán y entonces cualquier maldad puede caer sobre nosotras. ¿Quieres
imaginarte lo que nos podrían hacer? Si quieres te cuento algo de lo que sé:
Las recogen, las pierden y jamás aparecen; luego dicen que esos huesos viejos
son uno.
Dos personas habían estado allí, dos
personas que unieron voluntades, que quisieron arreglar el mundo, pero
terminaron estropeándolo más. No podía ser responsable una de ellas por todas
las calamidades creadas entre los dos.
Sus pasos eran más fuertes y sudorosos, la
nariz podía atestiguarlo, como también podría atestiguar la perdición cuando
llegara a su destino. La nuca, los ojos, lo que habrá de borrar de sí algún día,
pero éste no.
¿Cuánto tiempo más he de esperar para que
cambies ese comportamiento extraño? ¿Ocho meses? ¿No podría ser menos? ¿No
podrías olvidarlo todo?
Los pasos apresurados. La luz cambió sin
que se diera cuenta; los lentes oscuros le estorbaron. Afortunadamente su destino
estuvo muy cerca todo el tiempo. Lo tomó en sus manos y lo estrujó para hacerlo
suyo, para no compartirlo con nadie, porque no podría ser de otra forma: Así
las miradas lo habían dictado, así las palabras ajenas lo mandaban.
Leían un libro, estaban sentadas: ¿No me
vas a saludar? Se acerca y le acaricia la cabeza, como cuando eran niñas.
Se siente oprimido; se libera con amenazas
y culpas. Es demasiado lo que ha sucedido. Incomprensible, que de el más
inocente de los desahogos, haya surgido el sentimiento perenne. Imposible que,
tras la claridad, siga creyendo que esa sea la persona que saque lo mejor de
sí.
Fuego. Las grises escaleras de la
biblioteca atestiguan el incendio del trailer. Terror. ¿Sabías que este es el
verdadero peligro? Alejarse lo más posible de ellos, todos los daños, sin
conformidades. ¡Mejor huir!
La voluntad fue olvidada, la
responsabilidad también. En la repartición de culpas sólo una persona dio los
pasos, mientras la otra se quedó estática y sola.