En un mundo de fallas y aventuras secuestradas, se encuentran dos pequeños héroes que pondrán el ejemplo con sus divertidas vivencias, acompañados de amigos muy diferentes.

jueves, 25 de noviembre de 2010

Hallazgos 2

Aguacate ha dejado aquí la segunda parte de sus hallazgos.

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JOAQUÍN

Joaquín vio el fondo del vaso de cerveza y supo que tendría que regresar a casa para cerrar ciclos y cumplir promesas. La espuma recorría las paredes hasta llegar al fondo, dibujando rostros de terror. Joaquín no sabía si eran esas figuras, o el ligero emborrachamiento, lo que le hacía arrepentirse de sus actos para con Azalea. Pagó la cuenta y salió del local. Cuando hubo caminado un par de cuadras, miró todo distinto: el aire fresco le despejó la frente y se dio cuenta de que sus actos no habían sido malvados del todo, porque en realidad él siempre, y durante toda su vida, se había visto forzado a hacer cuanta cosa le requirieran, sin tomar en cuenta sus deseos, como con Azalea esa tarde había pasado.

Mientras caminaba por el parque de los monumentos patrios, venía a su memoria el día en que ella apareció de pronto a su puerta. Entro y sin decirle nada, se desnudó y tomó por asalto su cuerpo –el cual respondía bien, dado su juventud– y le dejó la mente en blanco. Acto seguido, se recordaba medio vestido y atolondrado frente a una iglesia, recibiendo una cadena y prometiendo que volvería por ella.

Ahora sentía un nudo en la garganta, no sólo porque miraba cómo un vándalo se le acercaba con evidente intención de hacerle algún daño, sino por no haber tenido el valor suficiente –o la cabeza fría– ese día, para no acceder a esas peticiones en contra de su sentido común.

Salió del parque con premura y se incorporó a la avenida más transitada e iluminada que halló. Los focos, todos amarillos, lo invitaban a pasar a cada local. Estuvo por entrar a uno de ellos, cuando algo se lo impidió: Alguien lo asía del brazo, volteó con terror.

Al ver de quien se trataba, su terror se tornó en alivio y pocos segundos después, llegó el pánico.

Azalea tenía la sonrisa más dulce.

sábado, 13 de noviembre de 2010

Hallazgos

Aguacate sigue en su empeño de comunicarse con quien le hace mimos, he aquí una parte más de esa empresa.
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AZALEA

Azalea comprendió que Joaquín no regresaría el día que escuchó el silbato del tren, tan fuerte, que hizo que se pinchara el dedo índice. Habían pasado ya tres meses de la última noticia recibida y desde ese momento, sábado tras sábado, había ido a la estación, para esperar el único tren que arribaba desde la capital.

Pero siempre, al no verlo entre la gente y al quedar el andén casi vacío, salvo ella, la señora que vendía flores y el guardia, llegaba la decepción a su ánimo, mas eso no le impedía regresar la semana siguiente, ataviada con su mejor vestido y la bufanda que había tejido para cuando él volviera.

Ese día, cuando Azalea recibió el doloroso pinchazo en el índice y no pudo zurcir más lo calcetines de su padre, tuvo la horrible certeza de haber perdido para siempre a su amado Joaquín, y no sólo por el sobresalto del sonido inesperado del tren, sino porque justo en el momento en que ella buscaba remedio y un paño y parar el sangrado, miró tirada en el suelo, la cadena que ella, tanto tiempo atrás, le había regalado.

La recogió del suelo y apretó con su puño cerrado, manchándola de sangre. Se sintió devastada y tiró a llorar en el sillón en el que tres meses atrás había leído con tanta emoción la tarjeta de Joaquín.

Cerró sus ojos, apretó los dientes, su corazón palpitaba y sentía enrojecer; sin embargo en sus mejillas no corrió lágrima alguna, todo lo contrario: Sonoras carcajadas que inundaban el silencio de la tarde la poseyeron. Aquélla tibia esperanza y paz sin sobresaltos dejaron ver su verdadera naturaleza, pues no era a Joaquín a quien realmente quería para sí, sino la estabilidad del confiable amigo y una vida sin penas.

Feliz estuvo por breve rato, mas al descubrirse engañada –aunque hubiera sido autoengaño– y sentir una pena en su corazón, resolvió convertir su alivio en furia e ir en su búsqueda, no importando los sentimientos recientemente descubiertos. Demandaría atención absoluta y la respuesta a todas las preguntas para aquél amigo que se había arrepentido de la forma más cobarde del compromiso contraído con ella.