En un mundo de fallas y aventuras secuestradas, se encuentran dos pequeños héroes que pondrán el ejemplo con sus divertidas vivencias, acompañados de amigos muy diferentes.

sábado, 16 de octubre de 2010

¡Cartas! 2

Aquí la segunda carta que Aguacate le ha enviado a quien le hace mimos y extraña.
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JOAQUÍN

Cuando Joaquín advirtió que sus sentimientos hacia Azalea no iban a durar, ya era demasiado tarde; estaba lejos y no, pues ya se acercaba el tiempo de regresar a su hogar y sabía muy bien que ella estaría allí.

Quiso aminorar su pena y decidió hacerle una extensísima carta, que nunca llegó porque la escribía, destruía y reescribía, y porque, cuando finalmente la tenía lista, era tan próxima la fecha del cumpleaños de Azalea, que no le pareció conveniente enviar misiva de rompimiento, así que resolvió hacer lo más simple y parco.

Compró una tarjeta cualquiera de felicitación y escribió en ella que volvería. Por momentos pensó que con eso sería suficiente para darse a entender, pero cuando vio que la tarjeta en realidad era hermosa, tuvo que ser más claro. Sacó de lo más recóndito del cajón de calcetines, una tela que envolvía una pequeña foto de ambos frente a la iglesia del pueblo y una ligera cadena que ella le había regalado, simbolizando su lazo y los metió dentro del sobre que ya portaba la tarjeta.

Rotuló el sobre, pegó el timbre postal y lo lanzó al buzón.

Un mes después, hizo sus maletas y se dirigió a la estación del tren. Ante la ventanilla de los tickets, justo antes de indicar su destino, prefirió salirse de la fila y dejar a la vendedora repitiendo la misma frase: “Su destino”.

Ante la pizarra de los itinerario, Joaquín analizaba precios, tiempos y distancias. Tendría que decidir eventualmente su destino, mas eso no le apuraba mucho, le restaban horas a ese día.

viernes, 8 de octubre de 2010

¡Cartas!

Aguacate, extrañando mucho a quien va y lo chulea, le ha enviado una carta con un par de historias. He aquí la primera de ellas:
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AZALEA

Cada vez que Azalea recibía una carta, no lograba contener la emoción del todo; unas cuantas lágrimas y otras tantas gotas de sudor mojaban el papel, o envoltura del paquete, irremediablemente, y es que estaba expectante siquiera de un saludo, un recuerdo vago, de su amigo Joaquín, quien se había ido a transitar el mundo hacía ya varios meses y le había prometido algún recuerdo de tierras lejanas.

Lo que ella no podía recordar con facilidad, era si el presente dicho llegaría en forma de carta o paquete, vía coreo, o si Joaquín le había prometido llevarle de propia mano alguna cosa linda que le hubiera recordado a su amiga.

Entonces, cada vez que Azalea tomaba una carta, ésta se mojaba tanto, que no podía leer el remitente; así que no le quedaba de otra más que abrir la carta para encontrarse, siempre, con una decepción.

Pero esta vez iba a ser diferente.

Azalea tomó el sobre, como de costumbre, ya ni se molestó en tratar de leer la corrida tinta que habría contenido el nombre de Joaquín; lo abrió con suma rapidez y ahí estaba: Una hermosa tarjeta de felicitación por su cumpleaños y escrita en ésta, la promesa de su regreso.

Azalea se levantó de su sitió y gritó por toda la casa algo que perecía ser “Vendrá”, pero por el ruido de sus pisotadas y la agitación de su aliento, nadie hubiera podido asegurar que eso era lo que decía.

Mas ella, en su euforia, no se dio cuenta de que el sobre contenía algo más: Aquélla cadena que él había aceptado como recuerdo de amor mutuo y una foto de ellos dos junto a la iglesia, en la que juraron se casarían, cuando él regresara de sus viajes.