En un mundo de fallas y aventuras secuestradas, se encuentran dos pequeños héroes que pondrán el ejemplo con sus divertidas vivencias, acompañados de amigos muy diferentes.

martes, 30 de marzo de 2010

La primavera y sus calores (y sus ciclos.)

Los árboles han vuelto con esta primavera. Han vuelto y dudan; han vuelto y juegan un poco con los extraños cambios climáticos. Esto vino de un Aguacate contento.

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H

- ¿No tomas drogas?

- No

- ¿Entonces?

- Soy chica buena – dijo Rebeca mientras apagaba el cigarro contra el cenicero del hotel- ¿Y tú?

Beltrán la miró a los ojos, alzó la mano y acarició el mechón más lizo de entre sus cabellos.

- Me gusta ir a bailar. ¿A ti no?

- Sólo si me llevan a un buen lugar – acarició sus piernas y se detuvo en sus rodillas para mirarlas. Eran redondas como las de ella, pero mucho más fuertes. Mordió una.

- ¿Sabes que eso duele? ¿Qué harías si yo te soltara un golpe? – dijo dando un suave tirón en el cabello.

- Todo depende de en donde – se levantó de la cama y se metió en el baño.

Desde allí, se oía el correr del agua, los gatos de la calle, los cláxones de los autobuses, los gritos suplicantes de violencia, una que otra membrana desgarrándose. Salió. Beltrán yacía hecho nudo con los ojos cerrados.

- Estaba soñando contigo. Te caías de un quinto piso; corría para tenerte entre mis brazos, pero ya no estabas allí. Nunca habías estado.

Rebeca se sentó junto a él y le acarició la cabeza. Su cabello era más suave al tacto de lo que había pensado; no lacio, no rizado: crespo y libre, más libre que su dueño. Le besó la frente; se recostó junto a él y se dejó abrazar.

- No sería tan malo quedarnos así toda la noche. Sería un tierno gesto dejarnos querer, sin más, por un rato – lo miró a los ojos.

- Sabes que pasará mucho tiempo antes de volver a vernos; sabes que nuestras vidas son complicadas y separadas; sabes que siempre tenemos quien nos espere en casa; sin embargo tú sabrás qué es lo que quieres de mí esta noche.

Rebeca le besó la boca con furia, con vergüenza por haber dejado al descubierto sus sentimientos tan fácilmente. Se reprochaba mientras le acariciaba los dientes; se castigaba mientras olía sus manos; le lastimaba y no decía nada. No diría más nada.

Beltrán se apartó de ella sin dejar de tocarle el muslo, tenso, suave, propio; conocido sólo por los anhelos, por el tiempo tan olvidado en que había decidido alejarse y no hacer más llamadas. Miraba su mano sobre el muslo, ahora relajado, le parecía ajena y, más cercano para sí, donde se hallaba posada. La tocó más allá.

Ella lo miró y atrajo hacia su cuerpo, que era completamente suyo, que elegía compartir con gusto, que no dolía más y que aceptaba todo. Su cuerpo sonreía con ella por las complicaciones abandonadas y por lo perfectos que eran los dos juntos, en ese Ahora escurridizo y pleno.

- ¿Te ríes de mí?

Rebeca se incorporó para verlo todo y dejar que sus pestañas le hicieran sombra; negó con la cabeza y siguió sonriendo.

- No, no me río de ti. – cerró los ojos y lo vio dentro de ella, conversando en un sala, cenando quizá pistaches con guayabas, ¿o eran aceitunas? Más salado que dulce, con helado de fresa que le refrescó todo el pecho y con olor a menta. Tuvo frío y se cobijó en sus brazos; tuvo sed y chupo sus ojos. Los reventó y al ver sus cuencas rojas, miró el albor de entre las cortinas semiabiertas de la ventana. Beltrán yacía junto a ella, con la consciencia totalmente tranquila. Se despertó del todo y miró los techos con sus rincones.

- Temo que no nos veamos más. – Beltrán entornó los ojos para ver mejor la reacción de Rebeca en la semioscuridad.

Rebeca, con asomo de sonrisa en sus labios, se dejó caer sobre él y le acarició los muslos.

- ¿Por qué lo dices? – hizo movimiento de pasos con sus dedos índice y medio sobre el cuerpo de Beltrán, hasta llegar a su barbilla y posó su mano sobre ésta – ¿No te das cuenta… - le dijo en voz muy queda - …de la perfección de nuestros trazos? – pensó lo último. Lo besó y se incorporó para vestirse.

Beltrán la miró lenta, se desperezó y fue a abrazarla.

- ¿Es que siempre lo ves todo así? Yo trataba de decirte, de pedirte, de preguntarte si nos volveremos a ver.

Ella lo abrazó.

- Olemos – Lo soltó y se desnudó de nuevo; le tomó la mano y se le acercó lo más posible, hasta casi volver a ser uno solo. – Nunca se sabe, me dijiste alguna vez. – Dio media vuelta y se metió a la ducha.

Beltrán la siguió.