En un mundo de fallas y aventuras secuestradas, se encuentran dos pequeños héroes que pondrán el ejemplo con sus divertidas vivencias, acompañados de amigos muy diferentes.

miércoles, 28 de mayo de 2008

Viejo escrito

Mandarina acaba de reclamar la autoría de un viejo escrito que fue encontrado casualmente esta semana. Calculando páginas, se le puede ubicar en el mes de noviembre del 2007. Parece recién hecho, mas no lo es. ¿Habrá sido una vista del futuro? ¿Premonición? Hay que tener mucho cuidado con lo que se escribe, eso ya lo sabíamos, pero ¿también mandarina tiene el don de la adivinación?
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Todo trata sobre tú y yo. Semanas sobre ti, semanas sobre mí.
Ojalá nunca te canses de esperarme. Ojalá esta distancia sea salvada fácilmente. ¿Cuándo decidirás venir a verme? Todos los días despierto y tu imagen se borra con la luz de la mañana. Tanta pena, como si la desidia tomara forma y se arrastrara en mi pecho. Y tú tan lejos. Yo impaciente. Las señales de tu vida cada vez son más espaciadas y monótonas. Te oigo y es como abrir un libro en la misma página; cada vez más conocido, cada vez más maltratado. ¿Te conozco de verdad?
No sé quién se está enamorando de ti, si yo o los recuerdos. Frases tan bien hechas para un fantasma como tú. A veces creo que te confundes con otras, con las mismas, con las que están hechas para estar conmigo. A veces sueño con tu cuerpo y otra cara; la de la vergüenza o la del pudor, pero no la tuya, descarada, que rinde homenaje a todo malherido que aquí he formado. Bofetada sorda y dolorosa que me pone en posición fetal, para proteger lo poco que me queda. Y a pesar de todo, sigo maravillado de los fragmentos que me hacen retorcer del aliento que ya no toco y la piel que ya no huelo. Sólo el querer atraparte hace que caiga rendido cada noche.
… …
Pronto comenzará otro episodio de deseo. Pronto soñaremos mutuamente con encontrarnos. Lograrlo será el objetivo último, como si tú y yo estuviéramos hechos para unirnos solamente una vez y después regresar con ensoñaciones y humedades pretendidas. Te atraparé una tarde, de vuelta de tus actividades, para llevarte a soñar despierta conmigo, a sumergirte en el fondo de tantas ideas gestadas por esta separación de años y millas náuticas. Náutico: todo entre tú y yo tiene que ver con sales e impotabilidad. Tú y yo no estamos hechos para el otro; pero deseamos desafiar el Hado y pretender que podemos, aunque sea una noche más; embonar y convertirnos en la normalidad de la vida, en realización del mundo que debe ser.
Mientras tanto, seguiré esperando el momento preciso en el que tú y yo nos podamos ver de nuevo. ¿Qué harás en este momento? ¿Cómo soñarás? ¿Cómo te comportarás? Sé que esto no puede ser una ilusión; sé que esto es más que real; que lo vivimos tú y yo y que en algún momento lo disfrutamos.
Lo que más temo es no volverte a ver, estar envuelto en meras mentiras y entregarme diariamente a las ilusiones hueras que me da saber que aún sigues con vida en algún sitio; que aún posees ése, tu mundo, tan especial y enigmático, donde pocos han tenido la oportunidad de ser acogidos por tu seno. Por fortuna, yo he sido uno de esos merecedores de tu lado.
Te extraño.

viernes, 23 de mayo de 2008

El juego de la Maraña

¿Quién lo ha jugado alguna vez? Sé que algunos de los pocos lectores de este espacio lo han hecho. He aquí una muestra de lo peligroso que puede ser adentrarse en ella, o en muchas de ellas. Aguacate, con agrio humor, ha sido el autor de este texto.
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Marañas
-- ¡Vamos a jugar a las marañas! – dijo Perla un largo día de verano—Anda ¿Sí?
-- Mejor juega a los muertos o a las canicas de lodo.
-- ¡No! Yo quiero jugar a las marañas contigo, ahorita que no hay nadie más –miró a Gilberto con ojos bien abiertos y los labios rosas con aliento entrecortado.
-- Bueno, vamos a jugar, ¿cómo dices que es ese juego?
Gilberto se levantó de su mecedora y se dejó conducir por Perla. La miraba como si no la hubiera visto en años, muchos años. Tan blanca, tan sonriente, tan viva y tan pequeña, sin embargo.
Llegaron al cuarto de Perla; se sentaron en el suelo. Ella tomó la mano de Gilberto y la puso en su cabello. Sus dedos empezaron a amasar los negros y abundantes rizos que contenía esa cabecita. Se detuvo un momento.
-- ¿Esto es jugar a las marañas?
-- Sí – dijo Perla—pero síguelo haciendo, para que juegues bien.
-- Entonces, ¿quieres que juegue bien? ¿Cómo es eso?
-- Pues es fácil; sigue así hasta que yo diga ya—Perla metió la mano de Gilberto, de manera que las yemas tocaran muy bien el cuero cabelludo y bajó la cabeza.
Gilberto se acomodó y le rascó suavemente la cabeza. Perla entrecerró los ojos, cabeceó y se quedó profundamente dormida en su regazo. Intentó acomodarla para que estuviera más cómoda su, mas, cuando quiso sacar la mano de su cabello, no pudo hacerlo. Sintió un ligero hormigueo en sus dedos y después ardor. Su mano había sido engullida tan tiernamente, que no había notado que llevaba ya dos falanges de cada dedo dentro de la cabeza de Perla.
-- Niña perversa, --dijo Gilberto-- por eso querías jugar en este momento, mientras no hay nadie.
Debía salirse lo antes posible de la situación. Jaló su mano; la cabeza la retenía con fuerza. Movió sus dedos; el hormigueo los mantenía adormecidos. Empujó la cabeza; su brazo parecía más elástico y la cabeza permanecía en su sitio.
No sabía qué hacer; temía que alguien llegara y lo encontrara en tal embarazoso momento. Quiso despertar a Perla. Le mordió, le arañó, le tapó la nariz incluso. Ella solamente suspiraba. Su blanca piel, a salvo de enrojecimientos o amoratamientos. Ahora quería más ayuda que nunca. La tarde parecía eterna y nadie daba muestras de vida. ¿Pasos? Los del perro. ¿Una puerta? Sólo el viento. ¿Gritos? Los pasillos.
A lo largo y ancho de esa casa de verano, no se encontraba otro adulto, más que él y no se mostraba otro niño, más que ella.
Sintió su mano entera absorbida por la cabeza de Perla. Sudó frío. ¿Se lo comería vivo?
Se detuvo: La cabeza dejó de traer la mano para sí e hizo movimientos parecidos, acaso a la masticación, acaso a los latidos. Gilberto tuvo alivio; entre espasmo y espasmo se abría espacio y él podía mover los dedos y quitarse un poco del hormigueo que padecía. Entre más movía los dedos, más violentos eran los espasmos. Probablemente en uno de ellos, él podría quedar liberado, pensó.
Uno, dos, tres: hizo el intento; quedó atorado por su pulgar. Uno, dos, tres: en vez de ir la mano hacia fuera, se internó más en la cabeza. Uno, dos, tres: Perla despertó.
-- ¡Ya! – dijo--. Ya acabó el juego. ¡Ganaste! Lo hiciste muy bien.
La mano fue expulsada por su cabeza. Gilberto tomó su muñeca a modo de protegerla y miró a la niña con asombro. Perla le sonrió; se levantó y salió corriendo. Sonoras carcajadas resonaron por toda la casa.
Se quedó sentado mirando su mano exhausta. No supo cuánto tiempo transcurrió. Oyó pesados pasos.
-- ¿Otra vez allí dentro? – dijo una mujer que reconoció como su madre. —Sabes que es muy delicado que entres a ese cuarto; tu padre se molestará. Ya sabes lo que dice, que no debes molestar muertos y menos niños muertos. ¡Sal de ahí!
Gilberto reaccionó. ¿Qué le había dicho esa mujer? Sí, Perla y él habían estado jugando toda la tarde. ¿Cuáles muertos? Alzó la vista y vio un pequeño altar. En él había una veladora y la foto de una niña risueña, blanca y con una cabellera abrumadoramente abundante. Perla. ¿Su hermanita? Claro. Ella se llamaba así.

jueves, 22 de mayo de 2008

Parásitos

Aguacate y Mandarina no tuvieron nada que ver en esto. ¿Recuerdan el episodio de la mano que priva de oxígeno? Pues ella ha aparecido para poner algún tipo de terror en este espacio. Aquí su singular obra.

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