En un mundo de fallas y aventuras secuestradas, se encuentran dos pequeños héroes que pondrán el ejemplo con sus divertidas vivencias, acompañados de amigos muy diferentes.

miércoles, 21 de noviembre de 2007

Villanía

Los secuestradores están haciendo de la suya. So pretexto de soltar a Aguacate y Mandarina hasta que publiquen su lado "B", están tardando lo más posible en publicar. Y ahora han inventado una nueva modalidad de lado "B": el lado "B" continuado.
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REFORMA (FINAL LADO B)

Se le quedó mirando fijamente con la esperanza de obtener alguna respuesta.
Ella no podía hacer nada; no quería hacer nada. Nunca había prometido nada a nadie, ni tendría tampoco la obligación de cumplir con algo. Sus molestias se convirtieron en enfado.
“¿Esto es lo que tienes que ofrecerme? ¡No me hagas reír! ¿Vacío, soledad y desesperación? Eso lo tiene cualquiera y sin que alguien se lo otorgue” Se dirigió a la puerta al fin resuelta a dejar esa farsa. ¿Reforma? ¿En qué había estado pensando? Darle una oportunidad a quien sabía que no valía la pena; había sido una gran torpeza. Ya me voy a reformar: la frase maldita que había sido incrustada en su cerebro -por alguien que ya no estaba- había cobrado una única víctima, sin haber sido ésa la intención primera: Ella. Tomó el picaporte de la puerta, cuando él se acercó y la alejó con una mirada aterradora.
Se tornó salvaje.
La aventó y la volvió a aventar hasta que la tiró al suelo. Cayó sobre ella. Ella pataleó, arañó y mordió. Él era un mero peso muerto, sin voluntad ni razón; le tapó la boca y la nariz; ella seguía luchando. Punción, dolor, sangre. Silencio.
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Continuará con: "NO LA MATÉ, LA HICE CACHITOS"

martes, 13 de noviembre de 2007

Negociación


Los secuestradores de Aguacate y Mandarina están en negociaciones. Todo se pone peliagudo porque nadie cede del todo. Los secuestradores se han agarrado del pretexto de que los lectores quieren un final "B", así que esa será la última de las condiciones. A pesar de ello, Aguacate y Mandarina ya no están incomunicados y en breve podrán hablar de sus experiencias.

Aquí presentamos quien ha estado ayudando con el rescate:

Ajito y Sombrita.

lunes, 5 de noviembre de 2007

El final del secuestro

Al fin han pedido el rescate de Aguacate y Mandarina. ¿Pueden creer que no lo habían pedido? Suponemos que los secuestradores tardaron tanto tiempo porque querían darse el lujo de publicar todas las entradas posibles. Como ésta es la última, ahora sí están dispuestos a negociar el rescate; sin embargo -claro que gozarán del poder en tanto puedan- piden como condición que sea leída esta última entrada, analizada, discutida y puesta en tela de juicio. Los secuestradores prometen responder a todas sus dudas en breve.
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Reforma
(final)
“¿Y qué hacemos?” Vio cómo se levantó y se acercó a ella. ¿Qué se creía? No había sido más que un ingrediente dentro de su vida académica. Jamás había dado pie a nada, ¿o sí? Empezaba a recordar. Alguna noche, alguna fiesta como tantas. Alguna invitación mal dirigida. Algunas personas indeseables. Alguna decepción amorosa con sed de venganza desesperada y hueca. Él, ella, bailando, alcohol, luces bajas, calor, humedad, cosquillas, risas, seriedad, silencio. Su número telefónico escrito en un papel, ¿un cuaderno? Ropa por acomodarse. Ojos sensibleros separándose de ella. ¿Qué? Se sentó de golpe. Miró el reloj de la casa. Marcaban las doce y media. ¿Cómo era tan tarde?
“¿En verdad recuerdas eso? Pero si fue solamente un rato, nada…No, yo no dije eso… ¿Hice eso? Pero si así soy siempre… ¿Con los otros? ¿Cuáles otros?... ¡Ah! ¡Son mis amigos! ¡Ellos sí son mis amigos! No como…” Se contuvo, era tarde, no sabía en dónde estaba. No podía pelear con un desconocido en medio de la noche. Un desconocido. ¡Qué idiota! Su autorreforma le había resultado en castigo; ella sola se había puesto ante la multitud iracunda para ser condenada de la forma más severa. Lo veía voraz. Se lanzó contra ella; la tumbó en el sillón. Su lengua mojaba, sus manos pellizcaban. Se ahogaba. Era incapaz de gritar.
“¿Y tu madre?” No parecía haber escuchado esa pregunta. No pudo contra la fuerza oculta, la cual ya había experimentado horas antes. Venganza. Revancha. Reforma. Basura. Eso fue todo.
“Me quiero ir ahora.” Por fin lo había podido decir, aunque bastante tarde ya. Miró el reloj; eran las tres de la mañana. Vio arrepentimiento y sueño en él. Bostezó y desapareció. Al cabo de unos minutos, regresó con cobijas y almohada. Las aventó al sillón, apagó la luz y se retiró. Ella se acomodó en la que iba a ser su cama y se acostó. Tenía frío, vacío y pena. Quiso convertirse en sillón, cobija o almohada; poco faltaba para serlo. Escuchó los sonidos provenientes del cuarto: preparativos y oscuridad. Se levantó del sillón y se dirigió a su habitación. Entró, se acostó en la cama y lo abrazó. No quería estar sola. Compartieron calor y aliento. Olían bien, sabían bien, se sentían bien. Durmieron.
Una puerta se escuchó cerrar; ella abrió los ojos. Se levantó y salió de la recámara. Él seguía dormido. Tomó una ducha rápida y se vistió. Él apareció. La miró.
“Debes apurarte, ¿no tienes que ir al trabajo?...Bueno, si quieres te espero” Salieron juntos. No había mucho que decir. Parecían un par de desconocidos caminando en la misma dirección. Llegaron a una avenida grande. Él le dijo que sólo era cuestión de que ella tomara el camión que pasaba por ahí y que él tenía que cruzar.
El camión se detuvo.
“Te llamaré. Estaremos en contacto, Helena.”
“Adiós Raúl.” Ella sonrió y se subió al camión sin voltear.