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REFORMA (FINAL LADO B)
Se le quedó mirando fijamente con la esperanza de obtener alguna respuesta.
Ella no podía hacer nada; no quería hacer nada. Nunca había prometido nada a nadie, ni tendría tampoco la obligación de cumplir con algo. Sus molestias se convirtieron en enfado.
“¿Esto es lo que tienes que ofrecerme? ¡No me hagas reír! ¿Vacío, soledad y desesperación? Eso lo tiene cualquiera y sin que alguien se lo otorgue” Se dirigió a la puerta al fin resuelta a dejar esa farsa. ¿Reforma? ¿En qué había estado pensando? Darle una oportunidad a quien sabía que no valía la pena; había sido una gran torpeza. Ya me voy a reformar: la frase maldita que había sido incrustada en su cerebro -por alguien que ya no estaba- había cobrado una única víctima, sin haber sido ésa la intención primera: Ella. Tomó el picaporte de la puerta, cuando él se acercó y la alejó con una mirada aterradora.
Se tornó salvaje.
La aventó y la volvió a aventar hasta que la tiró al suelo. Cayó sobre ella. Ella pataleó, arañó y mordió. Él era un mero peso muerto, sin voluntad ni razón; le tapó la boca y la nariz; ella seguía luchando. Punción, dolor, sangre. Silencio.
Se le quedó mirando fijamente con la esperanza de obtener alguna respuesta.
Ella no podía hacer nada; no quería hacer nada. Nunca había prometido nada a nadie, ni tendría tampoco la obligación de cumplir con algo. Sus molestias se convirtieron en enfado.
“¿Esto es lo que tienes que ofrecerme? ¡No me hagas reír! ¿Vacío, soledad y desesperación? Eso lo tiene cualquiera y sin que alguien se lo otorgue” Se dirigió a la puerta al fin resuelta a dejar esa farsa. ¿Reforma? ¿En qué había estado pensando? Darle una oportunidad a quien sabía que no valía la pena; había sido una gran torpeza. Ya me voy a reformar: la frase maldita que había sido incrustada en su cerebro -por alguien que ya no estaba- había cobrado una única víctima, sin haber sido ésa la intención primera: Ella. Tomó el picaporte de la puerta, cuando él se acercó y la alejó con una mirada aterradora.
Se tornó salvaje.
La aventó y la volvió a aventar hasta que la tiró al suelo. Cayó sobre ella. Ella pataleó, arañó y mordió. Él era un mero peso muerto, sin voluntad ni razón; le tapó la boca y la nariz; ella seguía luchando. Punción, dolor, sangre. Silencio.
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Continuará con: "NO LA MATÉ, LA HICE CACHITOS"